Los textos reunidos aquí, dirigidos como casi toda la obra de Polanyi contra un único enemigo, solo que proteico y disfrazado bajo numerosos rostros, se encuentran fecundados por el mismo supuesto germinal, esto es, la idea de que el capitalismo, el apabullante imperio del mercado en todos y cada uno de los rincones de la vida social, implica necesariamente la deshumanización del hombre y, junto con ello, la disolución de cualquier institución verdaderamente democrática que pueda, siquiera, resistir su dominio. En este sentido, para el autor vienés, hay algo más que una mera afinidad electiva entre el capitalismo y el fascismo, pues este último surgió para salvaguardar a toda costa el orden social del capital cuando el mercado se desmoronó tras el crac del 29. No es solo que el fascismo surja a partir de la descomposición de la sociedad de mercado, además –y he aquí, a buen seguro, la radicalidad última del planteamiento de Polanyi–, es un proceso que persigue descuajar las raíces cristianas que sustentan la sociedad occidental, a saber: la conciencia individual y la responsabilidad para con la comunidad.