―¡Esa guaaarra! ―gritaba Clotilde―. ¡Esto tenía que ocurrir!, ¡Tenía que ocurrir!
―¿Qué tenía que ocurrir señora?
―Pues tenía que ocurrir que a alguno de sus amantes alguien le abrieran la cabeza,
claro está. El marido tenía unos cuernos que no cabían por la puerta, oiga.
―¿Con quién le engañaba la señora de Fox a su marido?
―¿Que con quién? Pues con todo el mundo, naturalmente. Todo el que tenía bra-
gueta se la pasaba por la piedra, ya le digo.
―¿Podría darme algún nombre?
―Pues el lechero mismamente. El otro día vino a traerle la leche y ¡ja!, se la llevó
puesta. La muy guarra... Se cree que nosotras nos chupamos el dedo ¿sabe usted?
¡Pero de eso nada!, ¡De eso nada! ¡Nos enteramos de todo! ¿Sabe usted? ¡Nos ente-
ramos de todo!
―Esa guarrona... ―siguió Clotilde―, ¡que se creerá! Con esas minifaldas y con esos
escotes... ¡Va por ahí enseñando las tetas! ¿Sabe usted? ¡Va enseñando las tetas!
―¿De verdad va enseñando las tetas?
―Pues casi... ¡la muy fresca!... ¡Qué se creerá! ¡Se cree que es la única que tiene en-
cantos! ¡Pues las demás también los tenemos! ¿Sabe usted? ¡También los tenemos!
―Si señora, lo que usted diga.
―¡También tenemos encantos, oiga! Sólo que no los vamos enseñando por ahí al
primero que pasa ¿sabe usted? ¡Sólo faltaría! ¡La muy guarra! Porque las demás
tenemos decencia ¿sabe usted? ¡Tenemos decencia!
―Bueno señora, dígame, por favor, ¿oyó usted algo en casa de su vecina la mañana
del jueves seis de diciembre?
―Que si lo oí... ¡lo oí todo! ¿Sabe usted? ¡Lo oí todo! Ya le digo.
―Pues dígame, por favor.
―Pues verá, ese día no salió con las otras guarras...
―¿Con quién?
―Con Angelina y Pepita. El trío calavera. A cual más guarra...
―No entiendo.
―Bueno, es igual. El caso es que ese día llegó ese, ese, su antiguo novio. Y llamó a la
puerta. Y ella le abrió.
―¿Se refiere a Fernando López? ―preguntó el inspector.
―Sí señor.
―¿Le vio usted pasar?
―No, pero como si le hubiera visto.
―¿Le vio o no le vio?
―Bueno, le vio la Juani.