Al fin llegan a Moranova tras hacer leves correcciones de la trayectoria. Las máquinas conectan sus motores de frenado y se dejan deslizar sobre aquél suelo que no opone resistencia. Tras anclar las naves, ellos, con sus trajes espaciales, bajan para poner pie por primera vez en aquel planeta, todos sujetos por cables de conexión.
Brincan y dan mil volteretas, abrazándose a los miembros de las otras naves.
— ¿Quién será el primero en quitarse la escafandra? —pregunta Mark.
—Pues tú mismo, que eres el que lo ha pensado antes —responde Philips.
Y con gran precaución va desenroscando el casco que le protege la cabeza. Lo saca hacia arriba y hace una honda inspiración.
—Qué aire más fresco y limpio. Ahora desconectaré el cable de seguridad. No creo que vaya a salir volando por los aires interestelares, pues ya veo que aunque salte, tarde o temprano vuelvo a caer en el suelo.
Los demás aguardan impacientes a poder hacer lo mismo. Pero dejarán pasar un tiempo prudencial para ver los efectos que tienen sobre Mark la atmósfera y la gravedad.
—Serás el primer conejillo de indias de Moranova —dice Miguel.
—Pues con mucho gusto —contesta Mark, mientras se va despojando de todo el traje espacial.
—Ayúdame Carlos. Solo me dejaré las botas y quizá también me las quite, para hacer el experimento completo.
Las botas van provistas en las suelas con una plancha de plomo para que al andar sobre el suelo poco gravitatorio de Moranova, sus pasos sean más firmes y causen la impresión de caminar por La Tierra.
Carlos que está a su lado, va abriendo todas las cremalleras del traje de Mark y lo ayuda a desenfundarse aquella incómoda vestimenta.
Mark se estira y da unos pasos.
—Aguardad, muchachos, seguiré con el experimento completo —dice mientras entra en la nave.
Vuelve a salir con unos zapatos de deporte en la mano que muestra a sus compañeros con orgullo.
—Ahora cambiaré mis botas por estos zapatos. Manteneos cerca de mí por si quiero salir volando.
Miguel le sujeta el cable de segurid